lunes, 21 de noviembre de 2016

SABOREANDO EL CHOCOLATE...

Es curioso cómo con el tiempo valoras mucho más esos momentos de tranquilidad y silencio. Aunque no te dé más que para un estiramiento de piernas mientras saboreas la tarta de chocolate recién sacada de la nevera. Recuerdo una vez la conversación con una amiga donde decía que llevaba tiempo sin poder sentarse ni cinco minutos a disfrutar de la paz en su casa. Sus niñas eran aun pequeñas y seguían dando guerra casi sin tregua. Yo pensé "Qué exagerada! me va a decir a mí que no va a tener ni un par de minutos al día para sentarse sin hacer nada". No me lo creía. Hasta ahora...

El ser mami es un trabajo prácticamente de 24h cuando no tienes ayuda y/o el maridín llega poco más o menos cuando los peques están de camino a reunirse con el señor Morfeo. Resulta difícil el poder imaginarse un día cotidiano en la vida de una madre primeriza. La mayoría pensaría que se pasa todo el día con la teta fuera y haciendo carantoñas por doquier. Pero no, resulta todavía más complejo de lo que parece, y si ya hablamos de gemelos pues más aún.

Con la frase aprendida de "Al principio todo es nuevo" empiezas el día que, dicho de paso, no se parecerá en nada al anterior y menos incluso al siguiente. Unas veces te despertarán como las gallinas pensando "Pero si a estas horas no se ven ni los grajos!" y haciendo recuento mental de todo lo que te quedará por hacer hasta que a los peques les de por echar el sueñecito del abuelo (cabezada en sofá y/o balancín).
Otras veces dormirán plácidamente hasta las 8 o 9 de la mañana, descomponiendo tu croquis especulativo de cómo debería ser el día. Una de las ventajas que tiene es que si te has quedado con ellos en la cama, te levantarás tan relajada como si hubieras dormido más de siete horas!.
Entre ronda de cambio de pañales, elección del modelo del día y preparación de convite biberil, te metes casi sin darte cuenta en el primer descanso fugaz de los enanos, intentando hacer en una hora veinte cosas a la vez y olvidando otras tantas cuando el Babyphone te avisa, como deliberadamente, que uno de los Fetus ya no levita por el mundo de los sueños.

Llega el espacio temporal limbo en el que no tienen sueño, ya han comido, no soportan ni un jueguecito más y, por supuesto, están recién cambiados de paño. Y sin embargo...lloran! Pero qué pasa? En qué momento me he perdido? He olvidado algo? No puede ser que en milésimas de segundo cambien de Dr. Jekyll a Mr. Hyde sin apenas haber cruzado la puerta de la cocina! Y ahí estás tú, con cara de circunstancia y mirada extraviada, intentando consolar a uno mientras evitas que el otro se meta la mano entera en la boca en un acto de bulimia desesperada.

A día de hoy la siesta es, en nuestro caso, la pregunta del millón: Cuándo llegará? Cuánto durará? He conocido madres que no tienen ese problema, pues sus hijos duermen como lirones o, simplemente, no duermen hasta la noche. Pero en la actual situación de mis churumbeles nos encontramos con dos momentos de sueño. El bautizado por una servidora "Sueño del abuelo" y la "Siesta". Llegar llega, pero cuándo empieza y cuándo acaba lo saben sólo ellos.
Al principio era la ocasión perfecta para tener un ratito de tranquilidad y hacer en poco tiempo algo útil para la casa. Ahora es más la oportunidad ideal para que los enanos recarguen fuerzas y se levanten totalmente reseteados. Sonrientes, pacientes y, de nuevo, juguetones.
Imagino que con el tiempo, como hasta ahora lo han hecho, cambiará el sistema una y mil veces. Estoy preparada para ello.
Siempre y cuando siga teniendo mi tartita de chocolate en ese sosiego puntual.

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