lunes, 7 de noviembre de 2016

TETA, SACALECHES, BIBI

Hoy he estado chateando con una amiga de España. Hace poco ha sido madre y se encuentra en la tesitura que muchas madres primerizas tienen al principio cuando se adentran en el difícil mundo de "dar-el-pecho". Y no es la única. Como ella, cientos de mujeres cada día luchan contra natura y con un buen manojo de paciencia para conseguir que el peque se adapte a la nueva barra del bar materno.
Seamos claros. El amamantar como lo hacen los animalitos nada más nacer no es para nada ni sencillo, ni factible.

Primero te encuentras con que tienes que empezar el mismo día del alumbramiento, ya sea parto natural o cesárea (éste último lo hace todavía más arduo), cuando aún estás en el limbo del dolor y no te ha dado tiempo ni siquiera a hacerte a la idea de que has sido madre!. Empieza un desfile rutinario de enfermeras y matronas que, con la frase aprendida del gremio, te dicen "Debe tener paciencia", mientras, a traición, sujetan la teta y la cabeza del bebé de una forma tan acrobática que piensas "Ni mi pareja me ha apretado el pezón tanto en mis peores fantasías...".
Es inevitablemente una situación muy comprometida, pues aunque la o las compañeras de habitación son también madres recientes, no puedes evitar querer mantener tu decoro y, por supuesto, tu dignidad como mujer, que con tanta manipulación sanitaria parece perderse entre las sábanas blancas con olor a lejía.

Conforme van pasando las horas y te vas recuperando del Dia D, van apareciendo los familiares y conocidos de turno (en el caso de que les hayas permitido la entrada tan pronto) y, con sus "buenas intenciones", te hacen sentir todavía peor madre cuando te dicen de qué manera les resultó más exitosa en su caso. Lo más importante, según estudios relacionados con el tema, es que el bebé tome el calostro, que son los primeros restos de leche materna con mayor cantidad de anticuerpos y de un color amarillo muy "apetitoso". En mi caso, al ser cesárea y tener a mis peques los primeros días en cuidados intensivos, tuve que utilizar el venerable sacaleches. Con dos embudos que se ajustan perfectamente a tus pezones acrecentados por el proceso y dos tubitos comunicados a una máquina de sonidos acompasados, comenzó lo que serían seis meses de bombeo rutinario.
Nunca esperas lo apocado que puede ser el sentirte literalmente como una vaca lechera. Al principio cada dos horas, tres horas, poniendo despertador por las noches en el caso de que el llanto-alarma no me avisara antes. Después alargando a cuatro, cinco horas, sintiéndote la reina del mambo cuando puedes desaparecer y dar un salto al centro a hacer "nada" con ayuda de la suegra niñera.

En mi caso, al ser dos bocas hambrientas, me resultaba prácticamente imposible satisfacer dando al pecho a los dos a la vez cuando empezaron a crecer. De pequeñitos, en el hospital, lo había conseguido en varias ocasiones. La verdad es que es una sensación única e interesante el ver a dos mini seres chupando al compás y sintiendo cómo fluye la leche desde tu interior. Semanas más tarde, cuando les dio por tener hambre canina sincronizadamente, tuve que olvidar, muy a mi pesar, el hacerlo paralelamente, pues entre montañas de cojines y posturas gimnásticas, no conseguía que las dos cabecitas se quedaran donde tocaba.

Y ahí fue cuando empezaron a alternarse los biberones, esos objetos del diablo para muchas madres alternativas. Al principio, y hasta que tu cuerpo no se acostumbra a la producción, la cantidad de leche es relativamente decente. En mi caso, seguí los consejos de mi matrona a domicilio, y empecé a tomar cantidades ingentes de cerveza sin alcohol y Bionade (una bebida ecológica alemana hecha con cebada fermentada). Eso aumentó la productividad de manera casi escandalosa, llegando a ser la envidia de otras mamis en el hospital. Incluso me planteé el traficar con leche en la planta donde estaba. Por qué no? Una especie de nodriza del siglo XXI...
Lo malo fue que no conseguí calcular bien el bombeo, amamantamiento y producción, con lo que tuve que pasar por dos mastitis que me recordaron lo importante que era el no dar tregua al rendimiento.

Fue entonces cuando los peques recibieron de vez en cuando algún que otro biberón de polvo para complementar las carencias y saturar su insaciable gula. Es decir, que en prácticamente dos meses había experimentado el dar-el-pecho, sacaleches y biberón-de-polvo.
Y es ahora cuando me pregunto ¿Por qué a pesar de estar en el siglo XXI todavía hay mujeres a las que les parece un espanto que no des de mamar?. En el poco tiempo que llevo de mami primeriza me he dado cuenta de la existencia de ese especimen llamado "yo-di-el-pecho-más-de-un-año". No sé si es porque vivo en Alemania y la moda es ser mami alternativa donde el niño manda y los padres están sólo a su merced. Aquí, como mínimo y lo digo bien alto COMO MINIMO, dan de mamar todo un año, algunas hasta dos!. Pero claro, son las mismas que opinan que a los peques no se les debe dejar llorar porque se les puede crear un trauma, o aquellas que se niegan rotundamente al tan ventajoso chupete, pues opinan que deforman la futura dentadura de sus renacuajos.
Es simplemente ridículo que se critiquen las unas a las otras por decidir muy libremente la forma de querer alimentar a sus bebés. Es verdad que la leche materna tiene muchísimas ventajas que la industrial no ofrece, pero qué hay de esos momentos de estrés materno, en los que la mujer se ve totalmente presionada por una sociedad en la que sólo opina sin conocer y siguiendo estereotipos pasados de moda. Que una mujer decida dar el biberón después de intentar tropecientas veces el éxito dando el pecho, no es ni mucho menos incompetente.

La presión a la que muchas veces las mujeres nos sentimos sometidas siendo madres nos lleva a veces a no disfrutar de la maternidad. Porque son momentos muy bonitos, en los que compartes un todo con una parte nueva de ti, en los que ningún día se parece al anterior, y en los que muchas veces lloras porque piensas que todo te sobrepasa. Dar el pecho no es fácil. Hay que tener paciencia, ser consecuente, intentar no perder la compostura, ser perseverante y, sobre todo, querer disfrutar del momento. Algo que por desgracia es complicado cuando no todo sale como tú esperas o como te han contado. Ya lo dije en una ocasión: Esa imagen de la mamá perfecta mirando a los ojos del bebé perfecto y sonrojado mientras le da el pecho es muchas veces una idealización de uno de los procedimientos más difíciles de la maternidad.

Por eso es perfectamente comprensible el encontrarse con mujeres que han decidido tomar otro camino. Precisamente porque no sabemos cuáles son sus razones, respetémoslas.

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